Liderar es un verbo que va asociado a la palabra responsabilidad. Y también a otra: adaptación. Estamos en un entorno de cambios permanentes y muy rápidos; debemos dirigir equipos en un contexto de máxima complejidad.
Por eso, hay cualidades que algunas personas pueden desprender de forma natural, pero que todos podemos aprender, mantener y mejorar. Tenerlas nos ayudará a liderar a los equipos en este contexto que vivimos.
- Claridad: entendida como una visión clara de lo que se necesita hacer, qué es clave y transmitirlo sin generar equívocos ni incertidumbres.
- Flexibilidad: debe ser capaz de adaptarse a situaciones cambiantes y tomar decisiones rápidas para hacerlo posible.
- Paciencia: para poder trabajar bajo presión sin perder la calma ni trasladar nerviosismo a los equipos.
- Empatía: para poder entender las preocupaciones y necesidades de su equipo y trabajar para satisfacerlas.
- Creatividad: para pensar más allá de lo que sería obvio, para poder encontrar soluciones innovadoras a los problemas.
- Decisión: debe ser capaz de tomar decisiones difíciles cuando sea necesario, aunque puedan ser impopulares.
- Confianza: el equipo debe notar que cree en ellos; debe inspirar confianza en el equipo y tenerlo en sí mismo.
- Capacidad para comunicar: para explicar el proyecto, las decisiones, el contexto, las informaciones, de forma transparente, comprensible y directa.
- Relacional: debe ser bueno estableciendo alianzas:, y preferir compartir a competir. Debe entender que estamos en un mundo de interdependencias.
Podríamos sumar aún algunas más, como la ambición bien entendida, combinada con la humildad y el agradecimiento, o la coherencia, o la consistencia.
Y es que necesitamos ser conscientes de que no basta con tener el más alto conocimiento para ser un buen líder. Son imprescindibles también atributos que van mucho más allá. Y que también podemos aprender.