Aprovechando una de las conversaciones que mantengo frecuentemente con un miembro del Consejo de la firma que dirijo, hablamos sobre dos conceptos que a veces se pueden confundir cuando un/a profesional se plantea (o le planteamos) un cambio de empresa.
Uno de los requisitos que suelen formar parte del perfil que nos piden las empresas cuando se trata de buscar a un profesional de alto impacto es la ambición. Toda empresa que no tiene el crecimiento como driver tiende al declive. Y el crecimiento necesita gente ambiciosa, poco conformista, enfocada a los retos. En definitiva, directivos/as que no solo aprovechen las oportunidades, sino que las creen; personas que vean en el crecimiento del proyecto empresarial la oportunidad del crecimiento personal.
Sin embargo, son pocos los que preguntan por ello en los procesos de cambio de empresa. La gente se interesa por la dimensión de la empresa a la que podrían ir (facturación, empleados, mercados, EBITDA), pero muy pocos/as preguntan sobre el futuro, sobre objetivos de crecimiento y planes de desarrollo a medio y largo plazo (largo plazo ya se puede considerar un periodo de tres años, tal y como van las cosas), sobre a qué acciones se enfoca el crecimiento, qué rol tiene el gobierno corporativo en impulsarlo, etc.
Es cierto que la ambición también debe ser ambición económica en términos de retribución. La negociación se centra en saber los objetivos inmediatos y qué parte de su cumplimiento le va a aportar crecimiento económico al candidato contratado.
Pero no podemos centrar un cambio profesional fundamentalmente en la mejora económica que supone el cambio, ni tener unas expectativas que son muy complicadas de sostener. Son signos de codicia, que no de ambición, y mi consejo es ser, en los cambios profesionales, mucho más ambicioso y menos codicioso, siempre dentro de un orden.
La ambición, en su forma más pura, es el deseo de alcanzar metas y objetivos que nos permitan crecer y desarrollarnos tanto profesional como personalmente. Es la fuerza motriz que nos impulsa a mejorar, a innovar y a buscar nuevas oportunidades. La ambición nos lleva a asumir riesgos calculados, a salir de nuestra zona de confort y a esforzarnos por alcanzar el éxito. En el contexto empresarial, la ambición es fundamental para el crecimiento y la sostenibilidad de la empresa. Los profesionales ambiciosos son aquellos que no se conforman con el status quo, que buscan constantemente maneras de mejorar y que están dispuestos a hacer lo necesario para alcanzar sus objetivos.
Por otro lado, la codicia es el deseo excesivo de obtener más de lo que uno necesita o merece, especialmente en términos de riqueza material. La codicia puede llevar a comportamientos poco éticos, a la explotación de los demás y a la toma de decisiones que, aunque puedan parecer beneficiosas a corto plazo, pueden tener consecuencias negativas a largo plazo. En el ámbito profesional, la codicia puede manifestarse en la búsqueda de beneficios económicos a expensas del bienestar de los demás, en la falta de consideración por el impacto de nuestras acciones en el equipo o en la empresa, y en la priorización de los intereses personales sobre los objetivos colectivos.
Es importante, por tanto, encontrar un equilibrio entre la ambición y la codicia. La ambición debe ser el motor que nos impulse a crecer y a mejorar, pero siempre dentro de un marco ético y responsable. La codicia, por su parte, debe ser controlada y mantenida a raya para evitar que nos desvíe de nuestros valores y principios.
En los procesos de cambio de empresa es fundamental que los profesionales se enfoquen en la ambición como una fuerza positiva que les permita alcanzar sus metas, sin caer en la trampa de la codicia, que puede llevarlos por un camino equivocado.
En resumen: la ambición es una cualidad esencial para el crecimiento y el éxito, tanto a nivel personal como empresarial. Nos impulsa a mejorar, a innovar y a buscar nuevas oportunidades. La codicia, en cambio, puede llevarnos a tomar decisiones poco éticas y a priorizar nuestros intereses personales sobre los colectivos. Por ello, es fundamental encontrar un equilibrio entre ambas, enfocándonos en la ambición como una fuerza positiva y controlando la codicia para evitar sus consecuencias negativas.
Juanjo Planes
Presidente de Konsac