Cuando hablamos de retención de talento, un término ya demasiado desgastado, prefiero enfocar el debate en un concepto más poderoso: la lealtad a los proyectos. Y, en esa línea, quiero compartir con vosotros una reflexión sobre la segunda herramienta clave para lograrla.
La primera, como ya expliqué anteriormente, es asegurar que los líderes, ya sean jefes o directivos (sí, uso con orgullo la palabra “jefe”, porque implica una gran responsabilidad sobre otras personas), no se conviertan en una réplica del Gollum de El Señor de los Anillos: obsesionados con proteger su posición, carentes de generosidad y visión de equipo.
El segundo pilar fundamental es hacer que cada persona se sienta parte de un equipo sólido y unido. Este enfoque requiere un compromiso innegociable con cada miembro. Un compromiso en el que todos comprendan la importancia de su rol y, al mismo tiempo, valoren el de sus compañeros. Aquí no se trata de que uno solo alcance sus metas; se trata de que el colectivo avance junto, manteniendo un rumbo claro, firme y coherente.
La gestión de equipos exige un equilibrio delicado. Es necesario tomar decisiones firmes, pero siempre evitando juicios de valor que puedan menospreciar a las personas. Hay que ser justos, tanto en la crítica como en el reconocimiento. Asimismo, debemos encontrar el punto exacto entre la presión inherente a los objetivos y los momentos de celebración y conexión que fortalecen el equipo.
Es cierto: las personas se comprometen con los proyectos, pero lo hacen a través de las personas que los lideran. No es una relación abstracta con el propósito final; es la confianza en que ese propósito es alcanzable gracias a la capacidad, visión y humanidad de quienes lideran. Además, es la certeza de que el equipo que se ha formado es único, algo que no podría replicarse en otro lugar. Y, lo más importante, es saber que, aunque se comentan errores, nadie quedará atrás si está dando lo mejor de sí mismo.
En este contexto que hemos iniciado de introducir elementos de ficción cinematográfica, me atrevo a proponernos que penséis en el rol del Profesor, el icónico personaje de La casa de papel. Seguro que la finalidad para la que se forma el equipo no es nada encomiable, pero la manera como lo gestiona, desde mi punto de vista, sí lo es. Y eso confirma que, en la mayor parte de casos, las personas no se van de los Jefes que ejercen como tal.
Juanjo Planes
Presidente de Konsac