Los avances en campos como la inteligencia artificial ayudarán a los directivos a tomar mejores decisiones
La innovación requiere mandos que ejerzan el liderazgo desde la humildad
Vivimos en un contexto en el que el trabajo de un directivo es extremadamente complejo. Las empresas son más líquidas, es clave encontrar y desarrollar un propósito –que al mismo tiempo es más necesario que nunca para atraer y retener talento– y el entorno es tremendamente volátil, por citar algunos factores. Pero también tenemos un gran aliado: la tecnología.
La tecnología genera toneladas de información, que además nos llegan digeridas para comprenderlas y transformarlas en palancas de acción. Como directivos, esta información procesada nos permite anticipar y generar escenarios a dos, tres o cinco años vista con mucha mayor precisión.
Por ejemplo, tenemos herramientas de inteligencia artificial que nos proporcionan indicadores del clima laboral y que incluso pueden advertirnos de situaciones de desafección o tensiones internas. Antes se trabajaba en base a encuestas de satisfacción semestrales o anuales. Ahora, la tecnología nos ayuda a monitorizar en tiempo real el estado anímico y el clima de la empresa.
De forma orgánica, sin necesidad de hacer preguntas, podemos observar si los empleados dejan de compartir contenidos o si desciende su nivel de participación en espacios colaborativos o de edición conjunta.
Pero la misma tecnología que nos ayuda a tomar decisiones también está transformando la forma de trabajar, acelerando la velocidad de los mercados y exigiendo un nivel de innovación y adaptación como nunca habíamos visto hasta ahora.
Durante mucho tiempo, los organigramas jerárquicos iban muy bien para ejecutar, pero para innovar se necesitan estructuras más líquidas y en red. Dicho de otro modo, debemos pedir al líder lo que sabemos que le cuesta más: delegar, generar confianza y empoderar a la organización dando oportunidades a todos los empleados innovadores a contribuir a transformar la empresa, generando ventajas competitivas.
Por ejemplo, si nos preguntamos quién pasa el día con los clientes, el Consejero Delegado o el equipo comercial, la respuesta es clara. Quien está con los clientes puede detectar más ágilmente qué piden e incidir en los pasos que debe realizar la compañía los próximos 6 o 12 meses para mejorar sus productos o servicios.
Esta nueva mirada, sumada a una innovación mucho más abierta, exige un cambio cultural en los liderazgos.
Hoy, los líderes que triunfan son aquellos capaces de anticipar el futuro y aportar una visión que genere un propósito aspiracional. Son personas modestas y humildes que reconocen las dificultades actuales y que son conscientes de que el éxito que las ha situado en lo alto de una organización no garantiza un éxito futuro en un entorno cada vez más competitivo, complejo e incierto.
La humildad es lo que nos da esa capacidad de observar, escuchar, aprender y desaprender constantemente. La tecnología lleva a cambios mucho más rápidos en los modelos de negocio. Así, si estamos demasiado seguros de nosotros mismos, nos va a costar más mirar a nuestro alrededor; la arrogancia nos puede superar y estaremos destinados a fracasar mientras nos miramos en el ombligo del orgullo de los éxitos pasados.
Carles Grau
Miembro de consejos y consejos asesores en estrategia de ventas, innovación abierta, digitalización e impacto social de diversas organizaciones